Mi experiencia de permacultura en el desierto del Neguev, en Israel

Anochece en Gareen Harel. Sin luces, vemos todas las estrellas. Ph. facebook Gareen Harel

¿Te irías a vivir al medio del desierto con la consigna de auto-abastecerte y vivir en comunidad?

Personalmente nunca fue idea que se me pase por la cabeza, pero allá por 2013 nos invitaron a pasar unos días en la aldea de #permacultura “Gareen Harel” en el desierto del #Neguev en #Israel, y a esa experiencia no me podía negar, así que ahí fuimos con @daibrojt (gran amiga y la genia detrás de @thread_stories_blog)

(*) La permacultura es la filosofía de trabajar con, y no en contra de la naturaleza; de observación prolongada y reflexiva, en lugar de labores prolongadas e inconscientes; de entender a las plantas y los animales en todas sus funciones, en lugar de tratar a las áreas como sistemas mono-productivos.

La comunidad Harel vivía reunida hace 7 años, pero siempre soñaron con alejarse de la vida urbana y capitalista e instalarse en un entorno natural, viviendo de forma autosuficiente “con un estilo de vida alternativo, basado en valores compartidos como la responsabilidad, la generosidad, la no-violencia, la ayuda mutua, el altruísmo, la #sustentabilidad y la #ecología.” #hippiealert

Vista aérea de los domos geodésicos. Ph. facebook Gareen Harel

La propuesta llegó a través de la red Couchsurfing: nos invitaban a pasar 3 días en el desierto participando de la construcción de una aldea de permacultura* que se iba a instalar con el menor impacto ambiental -vale la repetición- en el medio del desierto.

Una invitación tentadora y difícil de rechazar ¿Cómo sería la permacultura en medio del desierto?Vista satelital del lugar.

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Tomamos dos micros, bajamos en una estación de servicio y ahí nos pasaron a buscar en un vehículo 4×4. Subiendo una meseta, nos encontramos con una pequeña aldea, viviendas y espacios comunes, perros y niños corriendo y mucha energía, joven y alegre.

Somos una comunidad compuesta por muchas personas diferentes, unidas por un sueño común: construír un nuevo asentamiento en el Neguev donde podamos tener un estilo de vida alternativo, basado en valores compartidos como la responsabilidad, la generosidad, la no-violencia, la ayuda mutua, el altruísmo, la sustentabilidad y la ecología.

Mini-documental de un compañero danés que retrató el evento. Narrado en danés, los testimonios en inglés.

Este asentamiento en el desierto al que llegamos, estaba instalado ahí desde hacía no más de 6 semanas, y en ese tiempo desplegaron los domos geodésicos, tanques de agua y paneles solares y toda la infraestructura que necesitaban para vivir ahí sin depender de casi* nadie más que de ellos mismos.

El paisaje era hermoso e imponente, desierto por donde miráramos, y nosotros en medio de la nada. Agradecemos que estabamos acompañadas de locales que conocían bien el lugar, porque sino podría ser desesperante.

No podíamos dejar de preguntarnos: ¿Quién y por qué querría instalarse en un entorno tan hostil, donde es difícil conseguir agua, y la tierra no se puede cultivar fácilmente? Habláramos con quien habláramos, la respuesta era unánime:

“Es nuestro sueño: vivir en contacto con la naturaleza con cuidado de generar el menor impacto posible”

“Queremos proveernos nosotros mismos todo lo que necesitamos; poder generar nuestra energía y alimento”

“No nos gusta la vida urbana, queremos vivir en comunidad, ser una gran familia y ayudarnos los unos a los otros”

Estos eran algunos de los argumentos que se repetían. Era inspirador y emocionante escuchar los testimonios de los habitantes de la aldea, y la fuerza con la que estaban persiguiendo su sueño, a pesar de que las condiciones eran desfavorables (no sólo por las condiciones ambientales, sino que también tenían problemas con las autoridades porque su asentamiento era ilegal).

Durante esos tres días trabajamos codo a codo con ellos construyendo los domos, y alisando el camino, entre otras tareas cotidianas necesarias, como preparar la comida y cocinar para todos (más de 100 personas), lavar los platos (sin agua corriente) y ordenar y mejorar los espacios comunes. Si bien algunas familias que estaban ya instaladas tenían sus domos ‘privados’, todo era comunitario, y el “salón principal” y centro social era la carpa abierta, donde estabamos todos casi todo el día, hasta que nos ibamos a dormir.

Estar en medio del desierto, a pleno sol del verano picando piedras para nivelar el suelo para los autos que suben y bajan, nos hizo valorar y reconocer el esfuerzo humano que eso requiere, pero también nos abrió los ojos y nos hizo reflexionar: Hoy en día la tecnología nos permite modificar el paisaje según nuestras necesidades y fácilmente las máquinas abren rutas en medio de montañas. Es cierto que así ahorramos incontables horas de duro trabajo humano (que nunca se da en condiciones justas), pero también nos aleja tanto del entorno original, que damos por sentado que esa ruta siempre estuvo ahí, lisita y recta.

Tener que valerse por uno mismo, especialmente en un entorno desértico, nos hace tomar conciencia del esfuerzo que requieren tantas cosas que tenemos y naturalizamos.

Volvimos a la ciudad después de tres intensos días, y nuestra participación nos dejó marcas y enseñanzas. Las familias de Gareen Harel vivieron en el Nueguev por 6 semanas más, y luego (por ser un asentamiento que no contaba con permisos formales) a pesar de sus esfuerzos bien intencionados, tuvieron que desmantelar todo lo que habían instalado. Desarmaron todo, se lo llevaron y el desierto quedó intacto, como si nada hubiera pasado.


Originalmente escrito para Revista Ecomanía #16

One Reply to “Mi experiencia de permacultura en el desierto del Neguev, en Israel”

  1. Hermoso proyecto permacultural. Una pena que hayan tenido que irse. Estoy seguro que si no empezaron en otro lado, deben estar buscando asiduamente un lugar para asentarse y montar su ecoaldea. Después de todo, es su sueño, y no hay un opuesto para un “sueño”.

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