Si estuvimos prestando atención en este tiempo, ya sabemos que no existen las respuestas universales, ni las recetas mágicas. No hay una única forma, ni una forma “más correcta” de vivir una transición hacia un estilo de vida con menos y mejor impacto. No hay UN camino, ni un primer paso obligatorio. No hay una guía, no es una competencia ¡y tampoco hay un premio! Nadie está llevando la cuenta de los “puntos ambientalistas” que ganamos por las acciones que hacemos o dejamos de hacer (igual llevar puntaje no sería una tan buena idea, ya lo vimos con Doug Forcett en The Good Place :P).
Algunas alternativas propuestas por “el estilo de vida #sustentable #zerowaste y #crueltyFree” van a resultar muy fáciles de incorporar para algunes, que rápidamente van a reemplazar productos ‘comerciales’ de consumo masivo, por alternativas hechas en casa, o artesanales, o comprando a microemprendedores. Para otres, algunas de esas alternativas quizás no les funcionan, o les resulten demasiado ajenas, o pueden no tener el tiempo, las ganas, o la plata para hacer ese cambio puntual, todavía, en este momento y en estas condiciones.
Y varias conversaciones de las últimas semanas me hicieron notar algo que me resulta un poco contradictorio, porque hay algo en las imposiciones del estilo de vida moderno que nos molesta, y queremos alejarnos de esos imperativos, de esos “deber ser”: nos deconstruímos y nos rebelamos a ciertos mandatos más marketineros, comerciales, ‘capitalistas’ si se quiere…
Pero terminamos formando una tribu que impone otros mandatos, otros “deber ser”, y está bien, porque estamos imaginando y creando otras formas de consumo, inspirando y trayendo aprobación a hábitos que todavía son marginales… pero a veces siento que nos cuesta aceptar las dificultades de otros; y que cuestionamos y criticamos a lo que no encaja en esa imagen de “perfecto ambientalista imperfecto“. Vaya paradoja.
Más empatía por favor
Siento que no estamos siendo lo suficientemente compasivos y empáticos con nosotros mismos. Todos un día abrimos los ojos y empezamos a ver el mundo diferente (ya sea que lo hicimos hace 20, 10 años o hace 2 semanas), pero eso no significa que todo lo que conocimos hasta entonces desapareció, o que nosotros dejamos de tener ciertas preferencias, o que de hecho, algunas cosas “más naturales” no nos funcionan y vamos a seguir optando por otras ‘convencionales’.
Y en especial, siento que no somos empáticos con otros, con quienes no recorrieron el camino que nosotros sí, o que lo hacen, digamos… diferente.
Es imposible que una fórmula le sirva absolutamente a todos, esto vale para un desodorante, una pasta de dientes o una dieta. No hay universales, y si cada persona es un mundo,
¿Por qué cuesta tanto entender y aceptar que lo que adopté yo y me sirve a mi, a otras personas puede no servirles o pueden no elegirlo por algún motivo?
¡y eso no significa que ellos estén mal!
Si algo le sirve a todos, y a vos no, eso no te hace ‘mal ambientalista’, ni mala persona. Y es cierto que muchas cosas requieren una transición, una adaptación, y -a veces mucha- paciencia (hablamos de la paciencia para cambiar en este otro post).
A veces simplemente no queremos…
Pero no todos quieren ni pueden dedicarse tanto ni tener tanta paciencia. A veces queremos que las cosas sean más fáciles ¡y está bien!. Bastante difícil es la vida en general (y más en estos tiempos de cuareterna en los que nos falta tanta contención y ‘normalidad’).
Estoy convencida de que ser un montón cambiando hábitos y consumiendo más conscientemente ayuda mucho, pero la realidad es que reducir la basura o los plásticos NO es un fin en sí mismo.
Para mi limpiar con vinagre, usar un cepillo de bambú o llevar mis bolsitas a la dietética, sirve porque son asuntos accesibles y cercanos para empezar a cuestionarnos nuestros hábitos, pero en realidad son una excusa; un rompehielos para cuestionar cómo nuestro estilo de vida actual ignora los vínculos con la naturaleza, y cómo podemos recuperarlos, y con-vivir bien con nuestro ambiente.
Aún así, no me parece realista que el 100% de la humanidad vaya a adoptar TODOS los ‘hábitos’ del “decálogo del buen ambientalista”. No va a pasar. Y aunque ya escuchamos mucho (incluso de boca de ambientalistas) la crítica de clase al “movimiento” zerowaste, incluso el privilegio de poder pensar en todo esto por tener las necesidades básicas insatisfechas, también es insuficiente: No sólo por motivos económicos puede resultar difícil adoptar nuevos hábitos sustentables.
También estamos luchando otras batallas
“Cada persona que ves, está luchando una batalla de la que tú no sabes nada…” dice una frase sin autor.
Sin autor (?)
Esta frase nos recuerda la importancia que tiene la forma en la que nos vinculamos con otros: nos recuerda ser amables, y cuidadosos al comunicar lo que pensamos, básicamente ser más empáticos, por que no tenemos idea qué le está pasando al otro.
Ciertamente la vida es mucho más compleja que las luchas ambientales, por más fundamentales e importantes que sean, no son LO ÚNICO que pasa en nuestras vidas. La mayoría de nosotros no puede dedicarle 100% de su energía, tiempo y mente a pensar cómo reducir nuestro impacto, porque tenemos otros problemas:
Necesitamos trabajar, generar ingresos, en medio de una terrible crisis global a nivel económico; o tenemos malos hábitos que perjudican nuestro día a día, o problemas de salud propios o familiares, más o menos graves; o problemas en nuestras relaciones con la familia, con la pareja, con los amigos, con compañeros; desafíos en el trabajo o el estudio. Hay quienes tienen que convivir con sus padres, y hay padres que tienen que cuidar a sus hijos chicos. Las realidades son tan diversas como personas, es imposible que una solución le quede como anillo al dedo a todos. Y es entendible que muchas personas no tengan resto energético para dedicarse a todos los cambios.
¿La empatía es para tibios?
Algunos dirán que lo que digo es ‘tibio’, que no hay que tener paciencia, que hay que cambiar ya, TODO, TODOS, URGENTE. Y lo entiendo. Porque es real que el estado del mundo hoy necesita medidas radicales, cambios profundos.
(Puede ser… será que estoy pasando demasiado tiempo en conversaciones con dos amigos que me ayudan a ejercitar la empatía, y me cambian un poco la mente, mi amiga psicóloga Michelle Cababie y Nacho @hookdump. ¡Debe ser eso! jajaja)
Lamentablemente, somos humanos. Los grandes cambios culturales que atravesamos siempre se dieron a lo largo de milenios, siglos y décadas. Ahora estamos queriendo empujar cambios enormes en un par de meses/años. Pero los cambios no se dan moviendo un interruptor en nuestra espalda, los tenemos que atravesar paso a paso, desde que los internalizamos como idea, hasta que se convierten en hábito, e incluso a veces hay recaídas…
Ahora… aceptar que somos humanos y que nos cuesta cambiar o empatizar con quienes más dificultades tienen NO SIGNIFICA QUE ESTEMOS DE ACUERDO NI SER INDULGENTE o condescendiente. Ni ser autocompasivo con nosotros mismos puede llevarnos a ser auto-indulgentes y decir “ya fue, no cambio nada”.
Empatizar no significa negar que un cambio es necesario.
Lo que hace daño, sigue haciendo daño, por más empatía que le ponga. CAMBIAR HACE FALTA.
Pero necesitamos poner en perspectiva que el destino del mundo no está definido por UN cambio que hagamos o dejemos de hacer, si nuestro shampoo es sólido o en botella. Sí cambia por el agregado de decisiones que tomamos, especialmente aquellas más significativas (sobre cuáles son las acciones más significativas podemos ahondar en otro post).
Pero creo que también nuestro futuro como humanidad está definido por cómo nos tratemos entre nosotros.
Tenemos una responsabilidad hacia el ambiente, ahí entra el activismo, pero no dejemos que el activismo nos nuble la empatía: ¿Vamos a crear grietas donde no las hay? ¿Vamos a juzgar y condenar al que no piensa 100% como nosotros, aunque coincidamos en un 70%? ¿Vamos a criticar cualquier progreso porque no es perfecto? ¿O vamos a celebrarlo para que haya más en ese camino? ¿Cómo nos gustaría que nos traten a nosotros?
Tampoco dejemos que la empatía nos nuble el activismo porque a algunos les cueste más: los cambios a nivel sociedad tienen que pasar, y van a pasar, y vamos a estar ahí empujando que pasen. Pero intentemos tratarnos bien, y entender también a quienes no quieren cambiar.
Vengo pensando hace bastante estas cosas, pero ayer me cayó la ficha y decidí que quería compartirlo ¿Algo de esto te resuena? ¿Qué significa la empatía para vos? ¿Podemos empujar el cambio sin hacernos sentir mal entre nosotros?
Increíble el post. Una lectura maravillosa. En mi opinión, y también en la de mis familiares y amigos, me sobra empatía. Considero que me falta activismo pero empecé hace un par de años. Manifestación por el clima, dejar de consumir plásticos de un solo uso (o intentarlo), comprar de forma local… Te agradezco que hables de eso y la paciencia y empatía con quienes queremos arrancar pero nos falta combustible.
¡Gracias Vicente por tu comentario! No creo que podamos llegar a mucha gente desde la crítica y la intolerancia, así que paciencia con todos, que lo van a apreciar!!!
Me siento un poco identificado porque a veces da pena o bronca la gente que no quiere ver. En mi caso no entiendo a la gente que sigue apoyando el uso del efectivo por ejemplo. Soy programador y que no se aproveche la facilidad que dan los medios de pago electrónicos no la entiendo, porque después la gente critica la informalidad y la corrupción pero si pueden hacer cosas en efectivo para no pagar impuestos lo hacen. En fin, como bien decís mucha paciencia y empatía con los demás, aunque ellos no la tengan con nosotros y a debatir ideas para alcanzar lo mejor. Saludos!
Qué bueno Fede que traes un ejemplo fuera del activismo ambiental! Nos pasa mucho con todo!